martes, 29 de abril de 2008

Grabado - Libertad de los artistas

Rafa Forteza

Un interés creciente

El interés de los artistas por las posibilidades que les ofrecía el grabado original no cesó hasta en inicio de la guerra civil española (1936 - 1939), estimulado por particulares y entidades como la "Agrupació de gravadors de Catalunya" o la "Associacció del gravat a Catalunya". En este ambiente, no nos debe sorprender que Picasso realizara su primer grabado en Barcelona. Hasta la década de los cincuenta no se reanudará esta brillante actividad gráfica, que tuvo su cenit durante el periodo republicano. Buena muestra de esta recuperación iniciada a mediados de siglo pueden ser los grabados realizados por las Edicions La Rosa Vera - fundada por el coleccionista Victor María Imbert y el grabador Jaume Pla-, aunque se mantenían aún dentro de la figuración academicista. No fue hasta bien entrados los años cincuenta que la Editorial Gustau Gili, con Las Estampas de La Cometa, apostó decididamente por la vanguardia. Joan Barbarà (Barcelona, 1927) desempeñó un papel destacado en la introducción de los artistas de vanguardia: participó en el proyecto La Cometa y, a mediados de los sesenta, colaboró en París con Picasso, a quien entonces se consideraba el mejor artista vivo del siglo. Fruto de esta colaboración se estampó en Barcelona La Tauromaquia picassiana y la serie El entierro del Conde Orgaz del mismo autor, lo que evidenciaba el alto nivel adquirido por los talleres catalanes.

Libertad de los artistas

Entre el grupo de artistas de vanguardia que adoptaron el arte del grabado destacan, sobre todo, Joan Miró (Barcelona 1893-Palma de Mallorca + 1983), Antoni Clavé (1913) y Antoni Tàpies (1923),no sólo porque realizaron una parte importante de su obra en este campo, sino también por las nuevas aportaciones que introdujeron. La más importante ha sido su actitud libre a la hora de ejecutar los grabados,que se ha concretado en la utilización de instrumentos y materiales poco ortodoxos. Esta actitud se ha visto estimulada por los artistas grabadores que, como el mismo Joan Barbarà, han aportado todo su bagaje técnico y artístico para hacerla viable. Esto ha supuesto una ruptura con la ortodoxia vigente en el mundo del grabado internacional, ya que otros talleres fuera de Barcelona han adoptado una posición similar mucho más tarde. Así, prácticamente en toda Europa aún hoy se utilizan los materiales y las técnicas más clásicas. La adopción por parte de los talleres de iniciativas que, en su momento, fueron consideradas técnicamente muy atrevidas, provocó un fuerte impacto en el panorama artístico internacional y facilitó que los artistas catalanes obtuvieran premios de gran renombre. Algunos críticos han llegado a hablar de un auténtico "asalto" de los artistas catalanes a los premios de grabado internacional. Unos claros ejemplos de este impulso son el premio de grabado de la Bienal de Venecia que Joan Miró obtuvo en 1954 y el premio absoluto que Antoni Tàpies consiguió en 1967 en la exposición Internacional de Grabado de Ljubijana, Eslovenia.

La configuración de un estilo propio

Desde finales de los setenta se ha profundizado aún más en esta vía de mayor libertad de ejecución de los artistas, hasta el punto en que se ha convertido en un rasgo distintivo de los talleres catalanes. Centros como el taller Tristan Barbarà Edicions han desempeñado un papel precursor. Aquí, en los ochenta, se inició la realización de grabados de dimensiones desconocidas hasta aquel momento, en el mundo del arte. Tan sólo en los E.E.U.U. se habían realizado estampaciones de aquellas dimensiones, pero se ejecutaban mediante procedimientos fotográficos y prescindían, por tanto, de la textura que posee el grabado, una cualidad altamente valorada por el arte moderno. La primera muestra pública de estos grabados gigantes fue la exposición de obra gráfica Antoni Tàpies inagurada n Vilabertran (Girona) en 1988 y que, posteriormente,dio la vuelta al mundo. Junto a los grabados de gran formato, cabe mencionar también las nuevas aportaciones realizadas por este mismo taller en el campo del libro de bibliófilo, donde se ha introducido la noción de "libro objeto", que rompe con la idea convencional del libro entendido como un conjunto de hojas escritas o impresas, juntadas y cosidas en unas tapas de cartón. Así, los nuevos libros objeto adoptan formas hasta el momento insólitas, como puede ser la de un caja de fruta de madera o bien la de una caja metálica redonda, como las que se usan para proteger las cintas cinematográficas.

La libertad de ejecución que practican estos talleres es un hito en el camino de la evolución del grabado que, paradojicamente, comporta un retorno a sus propios orígenes: el artista puede actuar al margen de las convenciones académicas, como si descubriera por primera vez la historia de este maravilloso arte, pero al mismo tiempo es también el beneficiario de una experiencia acumulada durante siglos. Esta actitud de investigación y descubrimiento constantes hace tomar conciencia de que la nueva historia de grabado no ha hecho más que empezar, ya que evidencia las inmensas y ricas posibilidades que posee este arte y que aún no se ha llegado a explotar.

Texto de: Enric Pujol y Tristan Barbarà